Advertencia: Este texto no
está dedicado a nadie en concreto, es sólo un pensamiento que creo
que más gente compartirá conmigo.
La vida se compone de pequeños
placeres. Para algunos es pasear por un bosque tras la lluvia, para
otros es el roce de la piel de la persona amada, ver una película en
el sofá arropado bajo una manta... para mí es encontrar en el
supermercado galletas de chocolate sin azúcar. No sabéis el subidón
que me da, sólo comparable al momento en que Jafar encuentra la
lámpara en Aladdín.
De verdad que no es fácil. Para
los que no lo sepáis, tengo intolerancia a la glucosa, esto es que
no puedo comer nada de azúcar. No, ni un poquito. Tampoco miel. Es
bastante difícil encontrar cosas ricas para comer en plan pasteles,
bizcochos, postres... Y tampoco puedo comerlos tanto como quiera,
sólo de vez en cuándo.
A parte del problema de
suministros existe otro problema, más sutil y sibilino: los amigos y
familiares que quieren saber "cómo saben tus galletas".
Amigos con intolerancias alimenticias, no os dejéis engañar, no
pararán con una galleta o con un bocadito a tu pastel, comerán de
ellos como si fueran cosas con azúcar.