jueves, 3 de septiembre de 2015

En dos días

En dos días los medios de comunicación se han llenado de imágenes de gente muriendo por querer llegar a Europa.

En dos días nos hemos dado cuenta del problema migratorio que se originó hace varios años con las guerras en Oriente Medio.

En dos días nos hemos enterado de que se están levantando muros para dejar fuera a gente que lo ha perdido todo. Que existen campos de refugiados en Europa donde a la gente se le escribe un número en la piel para identificarlos. Que todo esto empieza a ser siniestramente familiar. Que las heridas de la guerra empiezan a llegar a las puertas de nuestras casas.

En dos días Europa se ha dado cuenta de que se está produciendo una catástrofe. Que no sabemos qué hacer. Que debe haber algo que podamos hacer. Que no es posible que nos veamos tan inútiles, tan impotentes, ante el fracaso del ser humano.

En dos días el cuerpo inerte de un niño rompió nuestra alma. La más pequeña de las muestras de la desgracia. La imagen que logró atravesar nuestra mente blindada ante el dolor ajeno, que nos hizo despertar del letargo de la indiferencia.

En dos días le olvidaremos. El extranjero volverá a molestar. Los muros volverán a ser necesarios. Pediremos la identificación obligatoria. El miedo podrá más que la compasión.

En dos días ese niño estará muerto.

martes, 28 de julio de 2015

El regreso a casa

¿Dónde esta tu hogar? No en el que vives, donde está tu vida, tu familia, tu futuro... Me refiero a ese lugar que visitaste, tal vez de casualidad, que se quedó con una parte de ti. El lugar en el que estuviste y pensaste "aquí podría ser feliz". Dicen que el hogar es donde está el corazón, así que cambiaré la pregunta, ¿dónde está tu corazón?

Viajar es un arma de doble filo, sobre todo viajar al extranjero. El que lo ha probado lo sabe, engancha. Pocas otras cosas superan la sensación de deslumbrarte ante maravillas que jamás soñaste contemplar, probar sabores extraños pero deliciosos y, lo más peligroso, sentirte como pez en el agua ante costumbres que no son las tuyas.

La mayor parte de la gente vuelve sin problemas, han tenido una experiencia bonita, han disfrutado de lo que el país les tiene que ofrecer, pero ya está. A otros se nos parte el corazón y nos dejamos trocitos por el camino. Hay viajeros que los dejan diseminados por todo el mundo, y si pueden convertirán su vida en un continuo peregrinaje con la esperanza de recuperarlos.